En casi todas las campañas políticas, los candidatos citan, rezan,
abogan por la “igualdad”, con frases como “si llueve todos nos mojamos”,
aludiendo a la distribución equitativa de la riqueza. Aunado a esto, los
costarricenses ven las marañas legales y los cuestionamientos en los altos
sectores políticos y ven cómo se segmenta la población en grupos de presión, ya
hasta se ha dividido el país según la preferencia de transporte, incluso según
el sexo, lejos de reconciliar las partes, se confrontan en luchas estériles.
De modo que la igualdad o mejor dicho, equidad, es algo que
ya no solo refiere al aspecto económico, el costarricense ha analizado que la
acumulación de riquezas es algo multifactorial, lo importante es que todos los
habitantes tengan igualdad de condiciones a la hora de desarrollarse. Es decir,
un marco legal que sea equitativo y que se lleve a la práctica, donde se tengan
igualdad de condiciones para: ser juzgado (pero también ser defendido), para
solicitar un crédito, para constituir una sociedad, para entrar y salir del
país, para estudiar, para hacer uniones legales, para lograr concesiones, para
tener acceso a la salud y para garantizar pensión.
Pero la realidad es polarizante y vemos que hay un Olimpo al
cual todo le es fácil y se escudan en apariencias y buenos tratos para no pasar
por todos controles, trámites, trabas y demás, que pasan todos los mortales.
Tampoco los vemos entrando a la cárcel o al psiquiátrico como cualquier otro,
se escudan en que no matan directamente, en que no violan y con sus super
abogados logran salirse de enredos, enredos que a cualquier hijo del vecino
mandarían a echar cana un rato.
La Constitución actual aboga por tal equidad de
oportunidades, al igual que muchos pactos internacionales a los que el país se adhirió.
¿Quiénes serán los que sin populismo lleguen a proponer
acciones concretas y viables para garantizar un alto nivel de igualdad ante la
ley y las oportunidades?
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